miércoles, 20 de julio de 2016

Conciliando en primera persona (mi voz hace 4 años)

Hoy me he encontrado casi por casualidad con un post de mi primer blog, que hoy yace algo abandonado, un proyecto en el que entonces me embarqué sin demasiadas pretensiones, como una mera bitácora personal.

Es bastante largo pero he pensado que quizá os enganche mi relato, mi voz hace cuatro años, con los niños pequeños, y otras perspectivas muy diferentes. Hoy veo un poco la luz al final del túnel, pero las perspectivas son similares. Espero que os guste:

La utopía de la conciliación

 30 de octubre de 2011 - 10:56 by Carmen Delia Díaz

En estos momentos no sé muy bien cómo definir la conciliación, pero escribo mientras mi hijo Guille gatea a mi alrededor y lo pone todo patas arriba. Me sentiría mejor si jugara con él, pero necesito sacar aunque sean cinco minutos para pelear por las cosas en las que creo, y de paso, intentar dejarle un mundo mejor.
ADVERTENCIA: este ensayo es muy largo, unas siete páginas. No se lo lea si no le interesa la conciliación, si no le interesa la problemática social de los hijos, si no quiere oír hablar de niños, colegios, guarderías, etc.
Yo y la sombra de mi hijo mayor
Hoy he entrado por segunda vez en un magnífico blog del País que os recomiendo: http://blogs.elpais.com/mamas-papas/ No conozco a sus autores pero ya he manifestado alguna vez que mi generación ha tenido que esperar a que algunos grandes periodistas tuvieran hijos -o tuvieran que ocuparse personalmente de ellos- para poder leer artículos como estos. Si los de mi quinta se han retrasado en la maternidad, en el sector periodístico ya ni te cuento. En el blog se reflejan un rosario de comentarios sobre cuál es el horario de cada mamá y papá trabajadores. La mayoría coinciden entre sí, y también con el mio, minuto arriba, segundo abajo. Por el medio hay quien se escandaliza de que un niño esté nueve horas en la guardería y hay también mamás directivas que curiosamente dicen que no debemos quejarnos de nada y que conciliar está chupado. Comentarios que sin duda resultan poco creíbles para una auténtica mamá, y me refiero a la que atiende directamente a sus hijos, no a quien tiene una empleada interna 24 horas al día que hace bondadosamente el papel de madre para otros niños.
Para pensar en cómo era una madre de antes, aplicado a mi familia, tendría que remontarme hasta mi bisabuela. Esto viene al caso de que algunos de los "comentadores" del blog dicen que la vida de las mujeres fue así siempre y que antes no se quejaban. El comentario tiene tela pero me hace reflexionar... realmente la lectura que saca quien lee a quienes hablamos de conciliación es que nos estamos quejando... ¿nos estamos quejando?
Es posible que el cansancio, la realidad que nos rodea o las dificultades para hacer compatible tener una familia con trabajar hagan que parezca que nos quejamos. Y es que quienes no tienen hijos creen que los padres nos quejamos de vicio... "no haberlos tenido" me han dicho más de una vez. Qué fuerte! he pensado, que alguien a quien mi hijo va a pagar la pensión de jubilación diga esto mientras "se va de rositas" eligiendo renunciar a tener descendencia. El mundo es libre y cada uno decide, nada es mejor ni peor, pero entonces todos tenemos derecho a quejarnos.
Personalmente creo que la conciliación es una utopía. Es imposible dedicar tiempo a dos cosas a la vez. Si estás trabajando en casa no puedes estar cuidando de un niño, aunque ayudaría poder trabajar desde casa cuando tienes a un niño enfermo, sin duda, pero el caso es que al final el tiempo se divide en dos, un rato atiendes al niño, y un rato al trabajo, y así, al final, haces ambas cosas deficientemente. Si entramos en detalles sobre los tipos de trabajo podemos sacar múltiples reflexiones. Evidentemente no es lo mismo una teleoperadora que un informático, o un abogado que una costurera. Yo trabajo en comunicación y marketing y realmente conciliar me resulta bastante difícil en un 50 por ciento de los días, e imposible un 25 por ciento, el restante 25 es llevadero. Esto es teoría, la práctica es que la mayoría de los días al salir de mi trabajo voy con los niños a cuestas atendiendo llamadas del móvil, tomando notas, hablando por el manos libres con clientes que de vez en cuando oyen un berrinche de uno de mis hijos, trato de comer algo mientras respondo mails desde la blackberry, y todo ello sin olvidar que el bebé necesita un disfraz de halloween para el viernes, o que el mayor tiene que llevar una calabaza decorada al colegio. Me resulta imposible cuando tengo que trabajar por las tardes porque tengo un evento, una reunión o alguna gestión del trabajo, lo que es totalmente incompatible con atender a los niños por lo que tengo que buscar rápidamente a alguien para que se quede con ellos, algunas veces sabiéndolo en el mismo día. 
Acabo de darme cuenta de que ni he mencionado a mi marido, la verdad es que sólo estoy hablando de mi parte de trabajo en casa, pero somos un equipo y el día que uno no puede colaborar para el otro es absolutamente agotador. Él también baña, hace cenas, prepara biberones, recorta sombreros para disfraces de chino en carnavales y va al súper, faltaría más. Lo que es cierto es que su horario de trabajo es más amplio, yo tengo reducción de jornada y trabajo -en la oficina- solo 6 horas, lo que me obliga a ser yo siempre la que llevo a los niños al colegio y los recojo.
Suelo decir que mis hijos son mi ONG. Me siento feliz de haber tomado la decisión de tenerlos y siento la responsabilidad de educarlos para que sean buenas personas y valiosos profesionales; esta es mi contribución a la sociedad. Pero hace tiempo que me he dado cuenta que no sirve de nada tratar de explicar a alguien que no tiene a nadie a su cargo que a la hora en que sale tu hijo del colegio te tienes que ir pitando. 
Cuando tenía 23 años salía a las 8 de la mañana de casa con un enorme bolso y me resultaba algo emocionante no saber cuál sería la hora de llegada. Durante alguna etapa corta también he estado pluriempleada y trabajado de 8 de la mañana a 12 de la noche, con una hora para comer. Correr para aquí, correr para allá. No me quejo, me encanta mi trabajo, he vivido experiencias increíbles, pero evidentemente ese ritmo no se puede aguantar toda la vida, y menos si decides tener hijos.
Hoy tengo 35 y dos hijos de 3 y 1 año. Mi reto es conciliar, ser eficaz, y la verdad es que hacer en 6 horas lo que hacías en 8 es fácil con un poco de organización y eliminando pérdidas de tiempo innecesarias. El correo en el móvil es un inventazo, entiendo que un cliente no entienda que se le tarde un día en responder a un mail, así que intento responder desde la blackberry a las cosas urgentes pero he aprendido a distinguir perfectamente lo inminente de lo que puede esperar a mañana. A pesar de todo veo que no soy igual de productiva que cuando tenía 23 años. Es imposible. Si surge un imprevisto que hay que resolver y es mi hora de salida yo me tengo que marchar. Si no salgo en hora no llego a recoger a los niños, no me da tiempo a comer, y voy a carreras toda la tarde hasta la hora en que sale mi marido que ya quedo un poco más disponible. Para mí, un problema gordo que surge al mediodía prácticamente tiene que esperar a las 6 de la tarde, trabajando en comunicación esto es un grave problema.
¿Cómo se podría resolver esta disminución temporal de la productividad? Desde mi punto de vista de dos únicos modos: con espíritu de equipo y con incentivos sociales. Se entiende que en un equipo de trabajo hay personas en diferentes circunstancias. Si hay respeto y cariño, todos lo hemos vivido, y unos pueden suplir a otros. Es verdad que es desigual, pero si se entienden los niños como una carga familiar, creo que no es tan grave, quizá la ley podría establecer algunas compensaciones, me parecería justo. Hace unos años me vi en esa situación. Junto con otra compañera, yo era la más joven de una empresa que en mi oficina tenía unos 16 trabajadores. Algunos tenían hijos pequeños, otros muchas más décadas de trabajo a sus espaldas, el caso es que cuando tocaba quedarse a acabar un proyecto al final nos tocaba siempre a los mismos. No tenía hijos en aquel momento pero os aseguro que siempre entendí a una compañera que tenía dos niños pequeños y trabajaba a destajo hasta la hora de salida y luego nos dejaba el resto a nosotros. También recuerdo a otra que salía corriendo a recoger a su hijo y se lo traía a la oficina. El pobre hacía los deberes en una de las mesas mientras su madre terminaba el proyecto. Me impresionaba el agobio de aquella madre que además estaba separada y no tenía a nadie en la ciudad que le echara una mano.
Pero como no se puede pretender que el espíritu de equipo lo vivan igual unas personas que otras, y enseguida hay quien se queja de la cara que tiene una mamá que se va a casa con sus hijos mientras otros acaban el trabajo, ahí entra la ley. En primer lugar debería equipararse un hijo pequeño a un familiar dependiente, puesto que un bebé es un ser con un grado de dependencia de un cien por cien. Esto es así guste o no guste. Nadie discute a una persona con su madre inválida en casa que tenga que irse en hora, nadie se molesta cuando paras el coche en doble fila y bajas a una persona mayor en silla de ruedas… pero si en lugar de eso bajas a un bebé te empiezan a pitar, haced la prueba. Al parecer, no se puede cargar a un adulto en silla de ruedas 3 manzanas, pero si tienes que dejar a un bebé en la guardería la gente –que no tiene hijos- cree que deberías buscar aparcamiento todos los días y caminar bajo la lluvia con 10 kilos encima, más la bolsa. 
Sería tan sencillo -en época de bonanza claro, no ahora en crisis que no hay dinero para nada- hacer una campaña de concienciación para que la gente entienda que un niño de hasta 5 años es un ser con un nivel de dependencia equiparable al de un adulto superdependiente. Necesita que se le alimente, se le vista, se le abrigue y se le lleve de un sitio a otro. Afortunamente el peso en kilos es menor que el de un adulto. Con una buena concienciación social ganaríamos bastante en conciliación los trabajadores, habría más solidaridad entre trabajadores y el equipo podría suplir durante unos años lo que durante esos años un papá o mamá no pueda dar en horas extras. Incluso se podrían establecer compensaciones, primando a las empresas que las den por ejemplo, y de forma que los compañeros las perciban en dinero o en días libres. 
A nivel social, desde luego creo que se debería prohibir por ley toda forma de discriminación por condición familiar. Prohibir la entrada a un menor a un local (hablo de cafeterías, hoteles, etc.) es discriminarle a él y a sus padres. Y esto además bastante increíble en una sociedad en la que no nacen niños para garantizar un crecimiento y el mantenimiento futuro de las infraestructuras básicas. Desde luego que hacen falta incentivos, si no, muy pocos darán el paso de tener hijos.
Pero además se necesitan incentivos sociales establecidos por los gobiernos. Se ha avanzado mucho en guarderías, pero lo cierto es que yo tengo que llevar a mi hijo a una que está en el otro extremo de la ciudad porque en mi zona abrieron una que sólo cubre una pequeña parte de la demanda, posteriormente abrieron otra privada pero que también está llena. Quienes no están en esta situación no lo saben pero, estando embarazada de sólo tres meses ya tuve que solicitar plaza para mi bebé a riesgo de quedarme sin ella, y como yo muchas personas. Cuando digo que hemos avanzado me refiero a que hay bastantes guarderías de nueva apertura y cubren un horario amplio, si uno se empeña consigue una de 8 a 18 horas por ejemplo, y con flexibilidad para recogerlo a una hora u otra. El problema está en los colegios.
En muchos centros se ha incorporado un servicio de guardería a primera hora, se conoce como madrugadores y facilita un montón la vida, aunque haya que pagarlo, claro. Entre otras cosas no se monta el lío que se monta de coches en los colegios porque los niños entran escalonadamente. Pero el problema está a la salida. Los niños salen en torno a las 17 horas, todos, excepto los que se quedan a actividades. A un niño de infantil no vas a dejarlo más de esa hora porque viene absolutamente roto, desde las 7 de la mañana que está en pie. Además, las extraescolares cuestan un dinero y tendrías que dejarlo siempre, no solo algunos días que por trabajo te venga bien. No conozco ningún colegio que tenga servicio de guardería a la salida, de modo que no tengas que llegar al colegio a las 17 horas clavadas, sino que puedas quedarte una hora más en el trabajo y recogerlo media hora más tarde, por ejemplo. Me produce verdadera ansiedad la salida del colegio de mi hijo, si me retraso diez minutos, sólo queda él, lo llevan a conserjería y te llaman por teléfono. ¿es esto compatible con un trabajo? Difícilmente, traten de explicárselo a su jefe…
Realmente pienso que debería haber algún mecanismo de apoyo social familiar que obligara a los centros privados y públicos a prestar servicio de guardería –madrugadores- y también a la hora de la salida. Podría entrar en detalles, pero sólo daré dos. Muchos colegios públicos, cuando un niño de 3 ó 4 años se hace pis, llaman a sus padres para que vengan a cambiarlo porque los profesores de infantil se niegan a hacerlo. Podría llegar a entenderlo, aunque me cuesta, pero se imaginan la cara de un empresario cuando un trabajadore pide abandonar su puesto durante una hora para ir a cambiar a su hijo, que se pasa una hora mojado esperando? Esto es una forma de maltrato infantil, y difícilmente los trabajadores deberíamos tener derecho a ello, pero entonces los colegios tendrían que hacerse cargo, por voluntad o por ley. El segundo detalle es el horario. Los niños de infantil salen en torno a las 12:30 -13:00 si van a comer a casa, y entran a las 15:00 para volver a salir a las 17 horas. Realmente, ¿son estos horarios compatibles con una madre o padre que trabaje? La respuesta es no. Lo que te obliga a pagar 100 euros al mes adicionales de comedor y además, de forma opcional, una actividad extraescolar de mediodía, para que el niño no se pase 2 horas vagando por las aulas vacías del colegio. Seguro que muchos expertos han estudiado el tema y propuesto soluciones legales para que se pueda hacer que los horarios escolares y los laborales vayan un poco más acordes. 
Por último se debería explicar a la sociedad que los progenitores que se acogen a una reducción de jornada por maternidad o paternidad no cobran las horas que no trabajan. Algunas veces me he sorprendido de que a la gente le parezca un abuso este derecho del trabajador, que además de tener un hijo a su cargo pasa a cobrar menos, aunque, afortunadamente, cotiza por sus 8 horas igualmente. Algo hemos avanzado con esta medida que es de gran apoyo.
Legislación, políticas de apoyo a la natalidad y a la familia y concienciación social. Tener hijos y criarlos educándolos como personas es un bien no sólo para sus padres sino también para la sociedad en su conjunto. Reconocimiento de los niños de hasta cinco años como superdependientes, no a efectos de cobrar ningún subsidio sino de derechos y ventajas sociales y de instar a la solidaridad. Mientras no veamos así el problema parecerá que seguimos quejándonos, y no buscando soluciones que dejen un mundo mejor a las generaciones venideras.