martes, 5 de mayo de 2020

Conciliar tras el coronavirus: vuelta a la casilla de salida

Empecé este blog cuando mis hijos pasaron de bebés a niños y, entre trabajo, casa y colegio, pude tener un respiro. Mi empeño era tratar de allanar el camino a quienes venían detrás, complementar así mi tímido activismo por la conciliación.

Es cierto que en los últimos años, muchos de los motivos que lo hicieron crecer se fueron disipando, pero tras la aparición del coronavirus muchas vidas tal y como las conocimos se hicieron añicos, y lo cierto es que hoy siento que muchas mujeres hemos vuelto a la casilla de salida.

El confinamiento

El 14 de marzo de 2020 se pararon todos los relojes. Mucha gente perdió a sus seres queridos, a los veteranos, a los más luchadores, y eso fue lo peor. Los sanitarios lucharon a destajo, mucha gente estuvo a la altura, otra no. Afloraron bondades y maldades de nuestras vidas urbanas y rurales, sentimos miedo, cantamos juntos y nos derrumbamos por momentos.

Seguimos vivos, es verdad. Pero una vez a salvo, la familia, pareja y los niños, los amigos, echamos un vistazo atrás y miramos adelante, y nos encontramos que ya no estamos en el mismo momento profesional y no lo estaremos.



Conciliar tras el coronavirus

El paro se ha disparado y muchas personas, muchos padres, han perdido su empleo. Siendo honestos sabemos que a las mujeres siempre nos toca una parte mayor cuando el trabajo flaquea: tenemos trabajos más precarios y cobramos menos, somos la parte débil de la ecuación entre vida laboral y familiar.

En mi caso han sido más de dos décadas de buscarme la vida con el trabajo, tratando de criar dos niños, y algunos proyectos en marcha. Buena parte de todo ello se ha venido abajo también con esta crisis, porque ya la denominamos así. Como tantas personas, he perdido lo realizado en los últimos meses, o incluso de años, y no estoy segura de que volvamos al mismo punto de manera próxima.

Pero la realidad es la peor constatación de esta situación. Quienes trabajamos desde casa, o muchos autónomos, nos ocupamos de los niños desde que el gobierno suspendió los colegios sin solución o alternativa posible. Para mí, las horas de mis hijos en el centro escolar eran mi tabla de salvación, lo que me permitía dedicar buena parte del día al trabajo.



Volviendo al principio

Pasadas las primeras semanas, el desánimo vuelve al constatar que las autoridades educativas no tienen la mínima intención, ni siquiera de cara al curso que viene, de restablecer las clases ni ofrecer ninguna solución de conciliación. Pero es que además hay otros elementos que nos ayudaban a conciliar como clases extraescolares, o incluso el comedor escolar, las ludotecas o academias, etc. han quedado igualmente abolidas a golpe de estado de alarma.

Llegados a este punto, volvemos a vernos abocadas a elegir entre trabajar o cuidar a los hijos, máxime cuando el apoyo familiar, basado en los abuelos, ya no es una opción porque son el principal grupo de riesgo. Tampoco podemos encargar comida o comer fuera con la misma libertad que antes del coronavirus, porque la mayoría de estos establecimientos han estado cerrados o con su actividad muy limitada. Lo mismo pasa con empleadas de hogar, cuidadoras u otros apoyos a la conciliación.



Por si todo esto fuera poco, los niños han sido considerados desde el principio un "vector de contagio", injustamente o sin evidencia científica, creándose así una corriente en contra de ellos que los tuvo confinados en casa más de 40 días... ¿Sabemos lo que son tantos días en casa con niños, verdad?. ¿No? Pues os lo cuento...

Los niños necesitan correr, saltar, gritar y moverse. Se les puede entretener a ratos, es verdad, suponiendo que podamos dedicarles ese tiempo, pero al final la situación acaba por desbocarse en algún momento del día y surgen las riñas, las peleas, las rabietas, los roces y los problemas de convivencia, ya que también los padres hemos estado al límite y somos humanos.

Y esto por no entrar a hablar del rol que nos hemos visto abocados a asumir como educadores online, ayudando a los más pequeños a realizar las tareas escolares, imprimiendo tareas, aclarando dudas, escribiendo al profesor para darle cuentas, y un largo etcétera.

Teletrabajo y conciliación

Quienes crecimos en los 80' y 90', nos hemos encontrado con un difícil acceso a la vivienda en las ciudades o falta de oportunidades en el rural, bastante inestabilidad laboral, entornos muy cambiantes y, por todo ello, hemos postergado la maternidad a edades que cada vez más se acercan a la cuarentena.

Vivimos la crisis económica de la primera década del 2000, muchos sectores se vieron especialmente castigados, sobre todo el sector  inmobiliario en todas sus ramificaciones. Cuando el consumo se reactivó y nuevos sectores comenzaban a crear oportunidades emergentes nos damos de bruces con esta pandemia que lo ha cambiado todo. No en vano ya se nos ha denominado "la generación arrollada por dos crisis", como reflejaba El País.



Es verdad que, como ya se ha dicho, la parte positiva de esta crisis sanitaria fue que muchos directivos entendieron que era posible teletrabajar, y que calentar la silla, algo que llevábamos décadas pidiendo quienes hablamos de conciliación, el presentismo, no era sinónimo de ser mejores profesionales.

Conforme avanzan los días y vemos cómo es la reactivación tras este parón, somos conscientes de que muchas empresas que antes iban bien ya no volverán a abrir sus puertas, no hay más que echar un ojo a la hostelería o la restauración, el sector turismo, para ver que se ha retrocedido años.

Hitos de la conciliación

Los principales caballos de batalla de quienes han peleado a nivel asociativo o agrupacional por la  conciliación en las tres últimas décadas han sido las siguientes.
  • Decidir libremente sobre nuestra maternidad /paternidad, sin condicionantes externos
  • Tener horarios de trabajo flexibles y posibilidad de teletrabajo
  • Contar con permisos de maternidad/paternidad más extensos y ajustados a las necesidades reales
  • Contar con permisos necesarios para cuestiones familiares, como en otros países
  • Jornadas reducidas y excedencias, y otras soluciones temporales de conciliación
  • Posibilidades de acceso al mercado laboral tras la maternidad o crianza
  • Formación online y opciones de recapacitación profesional
Cualquiera podría pensar que este confinamiento nos ha propiciado ese tiempo para la conciliación por el que algunos peleamos. Pero la otra cara de la moneda es la imposibilidad de encontrar a fecha de hoy recursos para retomar la carrera profesional donde la dejamos en marzo de 2020, sobre todo porque ya no estamos en el mismo momento. Hemos retrocedido varias décadas atrás.



La oportunidad

En medio de todo este panorama bastante negro, y que a muchos ha dejado enormes cicatrices, hay una oportunidad que quizá podamos visualizar. Nuestra oportunidad se llama teletrabajo, pues de pronto, una crisis ha demostrado que podemos ser igual de eficaces desde el ordenador de casa. Que las reuniones se pueden hacer por skype, que la formación puede ser online y que los servicios se pueden vender y comprar por internet.

No digo que sea perfecto, nada sustituye el trato humano y lo que aporta pertenecer a un grupo de trabajo, pero lo cierto es que, si podemos compaginarlo con la familia, para muchas personas puede ser una alternativa importante.

Una asignatura pendiente

Pero ahora que vamos camino del desconfinamiento o la desescalada, como se ha denominado, nos damos cuenta de que para volver a la realidad necesitamos que alguien solucione nuestros problemas de conciliación. Los niños tienen que volver al cole y nosotros a nuestros trabajos, que se dé el curso por terminado no viene a arreglar una realidad en la que muy difícilmente contaremos con otros recursos como academias, campamentos, ludotecas o servicios de canguro.

La incertidumbre no ayuda ni a nivel empresarial, ni a nivel personal. Necesitamos realidades y plazos claros a los que poder acogernos para retomar nuestra maternidad pero también nuestra vida profesional donde la dejamos. No sé, si entre los 23 ministerios que cuentan que tiene este gobierno, hay alguno, que quizá podría preocuparse de esto.

¿Hay alguien ahí?

jueves, 9 de agosto de 2018

Cómo ven nuestros hijos la conciliación

Esta mañana, de camino al campamento, mi hijo y yo teníamos una conversación recurrente últimamente. Él considera que yo estoy todo el día con el móvil y el ordenador, y yo trataba infructuosamente de explicarle que mi trabajo implica estar pendiente del tema. Pero la cuestión tiene bastante trasfondo, sobre todo porque me ha llevado a reflexionar sobre lo que piensan los más pequeños acerca de este tema de la conciliación.

Como tantas madres, cuando en pareja nos organizamos para la crianza de nuestros hijos, optamos por que fuera yo quien redujera jornada. No es un secreto que en nuestro país el empleo femenino es más precario, los salarios son menores y nuestras condiciones laborales son ya de por sí más sensibles, puesto que somos las que nos embarazamos y parimos. Ahora vamos hacia las bajas de maternidad y paternidad iguales y obligatorias, lo cual puede facilitar algo, pero mientras no lleguen la situación es la que es.

Siempre había pensado que esto sería un valor positivo para ellos. Al fin y al cabo, y haciendo el pino con las orejas un día sí y otro también, pero estás en la puerta del colegio cada tarde, les acompañas en casa mientras hacen los deberes, preparas la merienda e incluso los puedes llevar al parque mientras tratas de teletrabajar de algún modo.

El caso es que estos ratos en casa, tratando de conjugar una o dos horas de trabajo en el ordenador con su atención y cuidado, parece que son vistos por ellos como un mero entretenimiento para no atenderles. Es verdad que a ellos les tasamos los tiempos con los móviles y tablets o videojuegos, pero ¿cómo hacerles entender que también sirven para trabajar, o para las otras mil tareas familiares como revisar su evolución en el colegio, organizar la agenda de sus propios compromisos sociales como cumpleaños, comuniones, actividades extraescolares, aficiones, etc.?

Ni en mis peores pesadillas pensé que la maternidad me traería este reguero de anotaciones en mi agenda, que se suman a compromisos y citas profesionales, personales, familiares y hasta vecinales. La que no se haya sentido agobiada por todo esto en algún momento que levante la mano. Las madres que abandonan los wasap de colegios y academias son muy sabias.

Aún a costa del esfuerzo empleado, los pequeños identifican el trabajo con estar fuera de casa, en la empresa, realizando actividades como curar animales, participar en juicios como los que salen en la televisión o ser una estrella del fútbol, que es la profesión soñada de tantos niños. Si también trabajas con el ordenador y con el móvil... ¿Cómo le haces entender a tus hijos que tu oficina es cualquier lugar y cualquier momento?

Las revindicaciones sociales nos llevan a quienes peleamos por cuestiones como esta a pedir una conciliación real, que realmente podamos conjugar maternidad y trabajo, cosa que de entrada es bastante complicada. Pero ¿esos tiempos de trabajo junto a nuestros hijos, el teletrabajo, las bolsas de horas... realmente van a resolver nuestros problemas de conciliación?

He creído y creo en medidas como estas, y las defiendo, pero hoy abro aquí esta reflexión. Realmente el tiempo que les dediquemos debería ser para ellos, y no también para seguir trabajando. ¿Qué opináis?

lunes, 8 de mayo de 2017

La conciliación y el huso horario español

Hace solo unas semanas tuve la oportunidad de escuchar en el Muncyt de A Coruña una charla sobre el huso horario de nuestro país, impartida por Jorge Mira, catedrático de Electromagnetismo de la Universidad de Santiago de Compostela. Precisamente gracias a la programación de este museo, siempre con la vista puesta en la conciliación, que programó la sesión coincidiendo con un taller para niños sobre la medición del tiempo y los relojes, es por lo que pude dejar a los niños en esta actividad y sumarme a la conferencia del profesor Mira. 

La exposición de este investigador y divulgador estuvo centrada en rebatir algunas ideas erróneas, a su parecer, que se difunden a través de redes sociales sobre el tema del huso horario. Y es que hay una asociación denominada ARHOE que ha tenido la valentía de iniciar un encendido debate en la sociedad española sobre este tema, el de la racionalización de los horarios y precisamente en relación con la conciliación y las necesidades de conciliar que los padres y madres tenemos. Al margen de discusiones científicas, el trabajo de esta asociación me parece encomiable.

Mira explicó punto por punto por qué motivo piensa él que se equivocan quienes proponen un cambio del huso horario, esto es, alinearnos con la otra Europa, la que madruga más que nosotros y se retira antes, adelantando la vida y las jornadas laborales una hora. El científico cree que realizar este cambio sería un error pues ya estamos en el huso horario que nos corresponde, según él, y además cree que algunas cosas que podemos leer en las redes sociales como que Franco cambió nuestro huso horario para adaptarlo a la Alemania de Hitler es un bulo que ha ido tomando forma en internet pero del que no hay constancia documental. 

Escuché toda su exposición con gran interés, y como yo la veintena de personas que un sábado de arranque de Semana Santa nos dimos cita en el museo para escuchar hablar de un tema tan minoritario. Y asistí al turno de preguntas hasta que los niños terminaron la actividad y me tuve que marchar, no sin dejar de darle vueltas en la cabeza a este tema. Otra de las cuestiones que criticó duramente Mira fue que las comisiones como la de Igualdad del Congreso no contaran con más científicos.

Por aportar algunas reflexiones en este espacio virtual que dedicamos a la conciliación hay que decir que este ponente no es la primera persona que me encuentro que se muestra radicalmente en contra de que le cambien sus horarios, él mismo explicaba que aprovechaba el mediodía para ir a nadar, y el trastorno que le supondría tener menos tiempo para comer y modificar sus actividades en este rato. Quien menos y quien más tenemos nuestra vida acomodada a unos hábitos y de entrada todos somos reacios a los cambios.

Sin entrar a discutir si estamos en el huso horario que nos corresponde o no... no soy científica ni me atrevería a rebatir el tema a este catedrático, lo que sí es cierto es que los padres y madres de este país necesitaríamos que en algún momento alguna comisión, o medida legislativa, o lo que fuera, tuviera la valentía de apostar por la conciliación. Tener hijos hoy es duro, no digo que no lo fuera antes, no podemos comparar la situación de la mujer hace un siglo con la de ahora, pero lo cierto es que los horarios laborales y los escolares no casan sin que uno de los dos miembros de la pareja renuncie total o parcialmente a su carrera, no al menos si queremos criar en primera persona, que es algo a lo que deberíamos tener derecho. 

Cuando en España nos sentamos en la oficina, en muchos países de nuestro entorno estan casi almorzando, y cuando retomamos la jornada tras la comida en estas improductivas jornadas partidas, los anglosajones están cenando con su familia. He visto la hora punta de las 5 de la tarde en la city londinense y realmente son mareas humanas saliendo del trabajo, cuando en España prolongamos nuestra jornada laboral hasta las 6, 7 u 8 de la tarde. 

Al final esto es un tema de consenso pero que alguien a nivel social tiene que explicar y propugnar. El profesor Mira prefiere llamarlo "cambio de horarios" que de huso horario, a mí me parece bien, pero sí soy partidaria de un cambio que no obligaría a cambiar su hora de comer ni de nadar o bailar a nadie, solamente haría que a nivel general tuviéramos nuestros derechos más salvaguardados y fueramos más productivos en las mismas horas que lo es el resto de Europa. 

¿Si en Inglaterra los supermercados cierran a las 5, y la gente compra igual, por qué en España tienen que estar abiertos hasta las 22 horas? ¿No tienen esos trabajadores derecho a conciliar? Es solo un ejemplo aislado pero en las profesiones y actividades donde es posible adaptar los horarios laborales a los familiares... ¿no deberíamos intentarlo?

Me encantó un ejemplo que puso un asistente a la charla. En su día, cuando los colegios pasaron de jornada partida a intensiva mucha gente protestó también, y hoy a nadie se le ocurriría volver a un horario de mañana y tarde. Sin embargo, con los trabajos nos hemos quedado a mitad de camino, porque muchos padres que trabajan por cuenta ajena en empresas sí tienen que hacer ese parón, lo que obliga a contar con una tercera persona en el cuidado de nuestros hijos como explicábamos al principio, o a una renuncia, que por tema de desigualdad salarial y condiciones de trabajo, solemos tener que asumir las mujeres. 

¿Qué opinas? ¿Crees que es posible mejorar la conciliación propugnando un cambio de horarios?

miércoles, 20 de julio de 2016

Conciliando en primera persona (mi voz hace 4 años)

Hoy me he encontrado casi por casualidad con un post de mi primer blog, que hoy yace algo abandonado, un proyecto en el que entonces me embarqué sin demasiadas pretensiones, como una mera bitácora personal.

Es bastante largo pero he pensado que quizá os enganche mi relato, mi voz hace cuatro años, con los niños pequeños, y otras perspectivas muy diferentes. Hoy veo un poco la luz al final del túnel, pero las perspectivas son similares. Espero que os guste:

La utopía de la conciliación

 30 de octubre de 2011 - 10:56 by Carmen Delia Díaz

En estos momentos no sé muy bien cómo definir la conciliación, pero escribo mientras mi hijo Guille gatea a mi alrededor y lo pone todo patas arriba. Me sentiría mejor si jugara con él, pero necesito sacar aunque sean cinco minutos para pelear por las cosas en las que creo, y de paso, intentar dejarle un mundo mejor.
ADVERTENCIA: este ensayo es muy largo, unas siete páginas. No se lo lea si no le interesa la conciliación, si no le interesa la problemática social de los hijos, si no quiere oír hablar de niños, colegios, guarderías, etc.
Yo y la sombra de mi hijo mayor
Hoy he entrado por segunda vez en un magnífico blog del País que os recomiendo: http://blogs.elpais.com/mamas-papas/ No conozco a sus autores pero ya he manifestado alguna vez que mi generación ha tenido que esperar a que algunos grandes periodistas tuvieran hijos -o tuvieran que ocuparse personalmente de ellos- para poder leer artículos como estos. Si los de mi quinta se han retrasado en la maternidad, en el sector periodístico ya ni te cuento. En el blog se reflejan un rosario de comentarios sobre cuál es el horario de cada mamá y papá trabajadores. La mayoría coinciden entre sí, y también con el mio, minuto arriba, segundo abajo. Por el medio hay quien se escandaliza de que un niño esté nueve horas en la guardería y hay también mamás directivas que curiosamente dicen que no debemos quejarnos de nada y que conciliar está chupado. Comentarios que sin duda resultan poco creíbles para una auténtica mamá, y me refiero a la que atiende directamente a sus hijos, no a quien tiene una empleada interna 24 horas al día que hace bondadosamente el papel de madre para otros niños.
Para pensar en cómo era una madre de antes, aplicado a mi familia, tendría que remontarme hasta mi bisabuela. Esto viene al caso de que algunos de los "comentadores" del blog dicen que la vida de las mujeres fue así siempre y que antes no se quejaban. El comentario tiene tela pero me hace reflexionar... realmente la lectura que saca quien lee a quienes hablamos de conciliación es que nos estamos quejando... ¿nos estamos quejando?
Es posible que el cansancio, la realidad que nos rodea o las dificultades para hacer compatible tener una familia con trabajar hagan que parezca que nos quejamos. Y es que quienes no tienen hijos creen que los padres nos quejamos de vicio... "no haberlos tenido" me han dicho más de una vez. Qué fuerte! he pensado, que alguien a quien mi hijo va a pagar la pensión de jubilación diga esto mientras "se va de rositas" eligiendo renunciar a tener descendencia. El mundo es libre y cada uno decide, nada es mejor ni peor, pero entonces todos tenemos derecho a quejarnos.
Personalmente creo que la conciliación es una utopía. Es imposible dedicar tiempo a dos cosas a la vez. Si estás trabajando en casa no puedes estar cuidando de un niño, aunque ayudaría poder trabajar desde casa cuando tienes a un niño enfermo, sin duda, pero el caso es que al final el tiempo se divide en dos, un rato atiendes al niño, y un rato al trabajo, y así, al final, haces ambas cosas deficientemente. Si entramos en detalles sobre los tipos de trabajo podemos sacar múltiples reflexiones. Evidentemente no es lo mismo una teleoperadora que un informático, o un abogado que una costurera. Yo trabajo en comunicación y marketing y realmente conciliar me resulta bastante difícil en un 50 por ciento de los días, e imposible un 25 por ciento, el restante 25 es llevadero. Esto es teoría, la práctica es que la mayoría de los días al salir de mi trabajo voy con los niños a cuestas atendiendo llamadas del móvil, tomando notas, hablando por el manos libres con clientes que de vez en cuando oyen un berrinche de uno de mis hijos, trato de comer algo mientras respondo mails desde la blackberry, y todo ello sin olvidar que el bebé necesita un disfraz de halloween para el viernes, o que el mayor tiene que llevar una calabaza decorada al colegio. Me resulta imposible cuando tengo que trabajar por las tardes porque tengo un evento, una reunión o alguna gestión del trabajo, lo que es totalmente incompatible con atender a los niños por lo que tengo que buscar rápidamente a alguien para que se quede con ellos, algunas veces sabiéndolo en el mismo día. 
Acabo de darme cuenta de que ni he mencionado a mi marido, la verdad es que sólo estoy hablando de mi parte de trabajo en casa, pero somos un equipo y el día que uno no puede colaborar para el otro es absolutamente agotador. Él también baña, hace cenas, prepara biberones, recorta sombreros para disfraces de chino en carnavales y va al súper, faltaría más. Lo que es cierto es que su horario de trabajo es más amplio, yo tengo reducción de jornada y trabajo -en la oficina- solo 6 horas, lo que me obliga a ser yo siempre la que llevo a los niños al colegio y los recojo.
Suelo decir que mis hijos son mi ONG. Me siento feliz de haber tomado la decisión de tenerlos y siento la responsabilidad de educarlos para que sean buenas personas y valiosos profesionales; esta es mi contribución a la sociedad. Pero hace tiempo que me he dado cuenta que no sirve de nada tratar de explicar a alguien que no tiene a nadie a su cargo que a la hora en que sale tu hijo del colegio te tienes que ir pitando. 
Cuando tenía 23 años salía a las 8 de la mañana de casa con un enorme bolso y me resultaba algo emocionante no saber cuál sería la hora de llegada. Durante alguna etapa corta también he estado pluriempleada y trabajado de 8 de la mañana a 12 de la noche, con una hora para comer. Correr para aquí, correr para allá. No me quejo, me encanta mi trabajo, he vivido experiencias increíbles, pero evidentemente ese ritmo no se puede aguantar toda la vida, y menos si decides tener hijos.
Hoy tengo 35 y dos hijos de 3 y 1 año. Mi reto es conciliar, ser eficaz, y la verdad es que hacer en 6 horas lo que hacías en 8 es fácil con un poco de organización y eliminando pérdidas de tiempo innecesarias. El correo en el móvil es un inventazo, entiendo que un cliente no entienda que se le tarde un día en responder a un mail, así que intento responder desde la blackberry a las cosas urgentes pero he aprendido a distinguir perfectamente lo inminente de lo que puede esperar a mañana. A pesar de todo veo que no soy igual de productiva que cuando tenía 23 años. Es imposible. Si surge un imprevisto que hay que resolver y es mi hora de salida yo me tengo que marchar. Si no salgo en hora no llego a recoger a los niños, no me da tiempo a comer, y voy a carreras toda la tarde hasta la hora en que sale mi marido que ya quedo un poco más disponible. Para mí, un problema gordo que surge al mediodía prácticamente tiene que esperar a las 6 de la tarde, trabajando en comunicación esto es un grave problema.
¿Cómo se podría resolver esta disminución temporal de la productividad? Desde mi punto de vista de dos únicos modos: con espíritu de equipo y con incentivos sociales. Se entiende que en un equipo de trabajo hay personas en diferentes circunstancias. Si hay respeto y cariño, todos lo hemos vivido, y unos pueden suplir a otros. Es verdad que es desigual, pero si se entienden los niños como una carga familiar, creo que no es tan grave, quizá la ley podría establecer algunas compensaciones, me parecería justo. Hace unos años me vi en esa situación. Junto con otra compañera, yo era la más joven de una empresa que en mi oficina tenía unos 16 trabajadores. Algunos tenían hijos pequeños, otros muchas más décadas de trabajo a sus espaldas, el caso es que cuando tocaba quedarse a acabar un proyecto al final nos tocaba siempre a los mismos. No tenía hijos en aquel momento pero os aseguro que siempre entendí a una compañera que tenía dos niños pequeños y trabajaba a destajo hasta la hora de salida y luego nos dejaba el resto a nosotros. También recuerdo a otra que salía corriendo a recoger a su hijo y se lo traía a la oficina. El pobre hacía los deberes en una de las mesas mientras su madre terminaba el proyecto. Me impresionaba el agobio de aquella madre que además estaba separada y no tenía a nadie en la ciudad que le echara una mano.
Pero como no se puede pretender que el espíritu de equipo lo vivan igual unas personas que otras, y enseguida hay quien se queja de la cara que tiene una mamá que se va a casa con sus hijos mientras otros acaban el trabajo, ahí entra la ley. En primer lugar debería equipararse un hijo pequeño a un familiar dependiente, puesto que un bebé es un ser con un grado de dependencia de un cien por cien. Esto es así guste o no guste. Nadie discute a una persona con su madre inválida en casa que tenga que irse en hora, nadie se molesta cuando paras el coche en doble fila y bajas a una persona mayor en silla de ruedas… pero si en lugar de eso bajas a un bebé te empiezan a pitar, haced la prueba. Al parecer, no se puede cargar a un adulto en silla de ruedas 3 manzanas, pero si tienes que dejar a un bebé en la guardería la gente –que no tiene hijos- cree que deberías buscar aparcamiento todos los días y caminar bajo la lluvia con 10 kilos encima, más la bolsa. 
Sería tan sencillo -en época de bonanza claro, no ahora en crisis que no hay dinero para nada- hacer una campaña de concienciación para que la gente entienda que un niño de hasta 5 años es un ser con un nivel de dependencia equiparable al de un adulto superdependiente. Necesita que se le alimente, se le vista, se le abrigue y se le lleve de un sitio a otro. Afortunamente el peso en kilos es menor que el de un adulto. Con una buena concienciación social ganaríamos bastante en conciliación los trabajadores, habría más solidaridad entre trabajadores y el equipo podría suplir durante unos años lo que durante esos años un papá o mamá no pueda dar en horas extras. Incluso se podrían establecer compensaciones, primando a las empresas que las den por ejemplo, y de forma que los compañeros las perciban en dinero o en días libres. 
A nivel social, desde luego creo que se debería prohibir por ley toda forma de discriminación por condición familiar. Prohibir la entrada a un menor a un local (hablo de cafeterías, hoteles, etc.) es discriminarle a él y a sus padres. Y esto además bastante increíble en una sociedad en la que no nacen niños para garantizar un crecimiento y el mantenimiento futuro de las infraestructuras básicas. Desde luego que hacen falta incentivos, si no, muy pocos darán el paso de tener hijos.
Pero además se necesitan incentivos sociales establecidos por los gobiernos. Se ha avanzado mucho en guarderías, pero lo cierto es que yo tengo que llevar a mi hijo a una que está en el otro extremo de la ciudad porque en mi zona abrieron una que sólo cubre una pequeña parte de la demanda, posteriormente abrieron otra privada pero que también está llena. Quienes no están en esta situación no lo saben pero, estando embarazada de sólo tres meses ya tuve que solicitar plaza para mi bebé a riesgo de quedarme sin ella, y como yo muchas personas. Cuando digo que hemos avanzado me refiero a que hay bastantes guarderías de nueva apertura y cubren un horario amplio, si uno se empeña consigue una de 8 a 18 horas por ejemplo, y con flexibilidad para recogerlo a una hora u otra. El problema está en los colegios.
En muchos centros se ha incorporado un servicio de guardería a primera hora, se conoce como madrugadores y facilita un montón la vida, aunque haya que pagarlo, claro. Entre otras cosas no se monta el lío que se monta de coches en los colegios porque los niños entran escalonadamente. Pero el problema está a la salida. Los niños salen en torno a las 17 horas, todos, excepto los que se quedan a actividades. A un niño de infantil no vas a dejarlo más de esa hora porque viene absolutamente roto, desde las 7 de la mañana que está en pie. Además, las extraescolares cuestan un dinero y tendrías que dejarlo siempre, no solo algunos días que por trabajo te venga bien. No conozco ningún colegio que tenga servicio de guardería a la salida, de modo que no tengas que llegar al colegio a las 17 horas clavadas, sino que puedas quedarte una hora más en el trabajo y recogerlo media hora más tarde, por ejemplo. Me produce verdadera ansiedad la salida del colegio de mi hijo, si me retraso diez minutos, sólo queda él, lo llevan a conserjería y te llaman por teléfono. ¿es esto compatible con un trabajo? Difícilmente, traten de explicárselo a su jefe…
Realmente pienso que debería haber algún mecanismo de apoyo social familiar que obligara a los centros privados y públicos a prestar servicio de guardería –madrugadores- y también a la hora de la salida. Podría entrar en detalles, pero sólo daré dos. Muchos colegios públicos, cuando un niño de 3 ó 4 años se hace pis, llaman a sus padres para que vengan a cambiarlo porque los profesores de infantil se niegan a hacerlo. Podría llegar a entenderlo, aunque me cuesta, pero se imaginan la cara de un empresario cuando un trabajadore pide abandonar su puesto durante una hora para ir a cambiar a su hijo, que se pasa una hora mojado esperando? Esto es una forma de maltrato infantil, y difícilmente los trabajadores deberíamos tener derecho a ello, pero entonces los colegios tendrían que hacerse cargo, por voluntad o por ley. El segundo detalle es el horario. Los niños de infantil salen en torno a las 12:30 -13:00 si van a comer a casa, y entran a las 15:00 para volver a salir a las 17 horas. Realmente, ¿son estos horarios compatibles con una madre o padre que trabaje? La respuesta es no. Lo que te obliga a pagar 100 euros al mes adicionales de comedor y además, de forma opcional, una actividad extraescolar de mediodía, para que el niño no se pase 2 horas vagando por las aulas vacías del colegio. Seguro que muchos expertos han estudiado el tema y propuesto soluciones legales para que se pueda hacer que los horarios escolares y los laborales vayan un poco más acordes. 
Por último se debería explicar a la sociedad que los progenitores que se acogen a una reducción de jornada por maternidad o paternidad no cobran las horas que no trabajan. Algunas veces me he sorprendido de que a la gente le parezca un abuso este derecho del trabajador, que además de tener un hijo a su cargo pasa a cobrar menos, aunque, afortunadamente, cotiza por sus 8 horas igualmente. Algo hemos avanzado con esta medida que es de gran apoyo.
Legislación, políticas de apoyo a la natalidad y a la familia y concienciación social. Tener hijos y criarlos educándolos como personas es un bien no sólo para sus padres sino también para la sociedad en su conjunto. Reconocimiento de los niños de hasta cinco años como superdependientes, no a efectos de cobrar ningún subsidio sino de derechos y ventajas sociales y de instar a la solidaridad. Mientras no veamos así el problema parecerá que seguimos quejándonos, y no buscando soluciones que dejen un mundo mejor a las generaciones venideras.

lunes, 21 de marzo de 2016

La paradoja de la imposible conciliación



Decía Tagore en sus Pájaros Perdidos que “la vida es un don que nos ganamos al dar”. Quizá esta frase sea un bálsamo para millones de padres y madres que a lo largo de las últimas generaciones han compaginado trabajo y familia. Trabajar es una necesidad, y también un bien para la sociedad pero… ¿qué debería ser educar a un hijo? 

Desde que internet revolucionó nuestras vidas han ido proliferando los blogs de maternidad, paternidad, educación y crianza. No todos dicen algo interesante pero muchos son un auténtico catecismo de la conciliación. Mujeres y hombres que desde que se levantan hasta que se acuestan dejan testimonio en las redes sociales de su cansancio, su angustia, su ilusión, sus logros, su trabajo, su maternidad o paternidad, etc. 

Las pioneras en la conciliación
La incorporación de la mujer al entorno laboral ha traído grandes cambios. Nuestras abuelas lo hicieron con paso firme y muchas veces con estudios tardíos finalizados a base de empeño y afán de superación. Pues a mediados de los 70, algo menos de cuatro millones de mujeres trabajaban en España. Nuestras madres abriéndose paso con coraje, poniendo la mira en las esferas directivas que, tímidamente, se fueron conquistando. Con una salvedad. Muchas de quienes las ostentaron por valía propia debieron emular a los varones, dejando la crianza de sus hijos a terceros o renunciando a ellos. Adoptando estilos directivos masculinos y exigiendo a sus congéneres los mismos sacrificios ¿Cómo sino se puede compaginar un trabajo exigente, en el que lo damos todo, con las cargas familiares? Cuando leo a las altas directivas decir que conciliar es sencillo, de entrada, desconfío. Y si investigo un poco lo constato: siempre hay alguna renuncia porque lo cierto es que científicamente es imposible estar en dos sitios a la vez. 

Dice María Merino Bobillo en “La mujer en la transición y la democracia” que la incorporación de la mujer al trabajo fue fuerte al principio en mujeres jóvenes y sin hijos. Pero según indica esta investigadora, “desde mediados de los 80, las mujeres de 25 a 49 años son las que más se han incorporado y sin embargo las más jóvenes alargan la formación educativa ante la falta de perspectivas laborales”.  Y es que algo va oscilando en torno a la mujer, el trabajo y la maternidad. Tenemos menos hijos y más tarde, mujeres y hombres cada vez quieren involucrarse más en la crianza. Pero las ayudas a la conciliación se basan en mecanismos y recursos -aún insuficientes- para que alguien se haga cargo de nuestros hijos las horas en que estamos trabajando. Algo falla en esta imposible ecuación que es conciliar familia y trabajo.

Testimonios en la blogosfera
Tímidamente en el mundo real pero sobre todo en la blogosfera están pegando muy fuerte, con miles y miles de seguidores, las opciones que promueven terceras vías para la conciliación. Hablamos de horarios racionales, teletrabajo, trabajo por objetivos, flexibilidad horaria, jornadas intensivas, bolsas de horas, excedencias para cuidado de hijos y, por supuesto, el autoempleo. Esta opción ha sido una salida real, tanto a la crisis como a la conciliación, para multitud de españoles.  Porque lo cierto es que permite una flexibilidad de horarios solo condicionada por las exigencias del cliente, ya no del jefe que solo considera que se trabaja mientras se está “calentando la silla”, sin atender a los objetivos logrados. 

En este sentido, iniciativas como #salpuntual del trabajo del movimiento Mamiconcilia, la reivindicación de unos #horariosracionales por parte de la asociación ARHOE, el surgimiento de la plataforma Conciliación Real Ya o la apuesta por la igualdad en los permisos de maternidad y paternidad, propugnado por PPIINA, son solo algunos ejemplos de que cuestiones que son un clamor en la red en la realidad se traducen en diminutos avances.

Ampliar el permiso de paternidad
Un buen ejemplo es el permiso de paternidad en España. Pocos recordamos hoy que los varones disponían solo de tres días por nacimiento de hijo hasta hace apenas ocho años. Fue la Ley de Igualdad de 2007 la que estableció trece días a mayores a cargo de la seguridad social para los padres.  Y es que hay quien piensa, y cada vez son más, que sin este tipo de medidas la mujer nunca podrá ser igual al hombre en el entorno laboral, por razones obvias. Si no, que se lo digan a la empresaria Mónica de Oriol, que recomendó públicamente evitar la contratación de mujeres en edad fértil, y se vio obligada a renunciar posteriormente a su cargo en el Círculo de Empresarios por la polémica generada. 

 En 2009, el Congreso acordó revisar de nuevo el permiso de paternidad en España y estudiar su aumento a cuatro semanas, pero los dos últimos gobiernos han congelado la medida por razones presupuestarias. La diputada Lourdes Ciuró, de CiU, justificó que la inversión al final ascedería a unos cuarenta millones. Pero lo cierto es que las medidas en favor de la mujer y la conciliación suelen acabar topándose con una misteriosa mano negra en cualquiera de las fases de su desarrollo. 

Quizá en este punto podríamos hablar del tema que realmente es crucial y es ¿quién debe pagar los costes de los hijos? Y es que la sociedad funciona porque todos ponemos algo de nuestra parte para contribuir al bien común. Pero hace falta que seamos corresponsables también en la tarea de criar o educar a los hijos. Y se eviten los deplorables casos de mobbing maternal o acoso laboral por razones de embarazo o hijos a cargo que aún abundan.

La maternidad tardía también conlleva estas cosas. La sobreprotección al bebé y la soledad que sienten muchas mujeres a la hora de conjugar trabajo y familia hace que, en torno a un 40 por ciento, decidan aparcar el trabajo para criar a sus hijos como recoge un informe del Instituto de la Mujer y Comisiones Obreras.  También las dificultades para conciliar hacen que un 51 por ciento de las mujeres que trabajan en nuestro país no tengan hijos. 

Ingenio para conciliar
Las corrientes en torno a la crianza cuentan con cada vez más adeptas y adeptos. Las españolas quieren recuperar el derecho a criar y educar en primera persona que se han dejado en el camino las pioneras en el mercado laboral femenino. Ya no hay que asemejarse a un hombre para tener una carrera profesional de éxito, porque son muchos los ejemplos de mujeres que aportan un importante valor a las empresas. La verdadera conquista sería poder elegir. Que quien quiera educar a sus hijos a través de un tercero pueda hacerlo, pero quien desee involucrarse personalmente en la crianza y educación no se vea obligado a renunciar a su carrera profesional.  En un mundo donde los colegios no acaben a las cinco de la tarde y los trabajadores a las ocho, quizá esto sería conjugable. Donde los niños no tengan más de tres meses de vacaciones y los padres solo uno. O donde los costes de delegar la educación a terceros (ludotecas, academias, guarderías… ) fueran razonables y no tan dispares con el sueldo medio de los trabajadores. 

Entretanto los españoles y españolas con ansias de conciliación suplen con el ingenio. Cuando reciben el horario escolar empiezan las cábalas. Sobre el papel nada encaja, pero con la inestimable ayuda de los abuelos acaba cuadrando cada fin de mes, contando unas cuantas comidas a cargo del colchón familiar. ¿Cuánto ahorran los abuelos en su labor de cuidadores de nietos a las familias? Tanto que los expertos han comenzado a hablar de “doble dependencia”. Así lo afirman Nuria Badenes y María Teresa López en el artículo del mismo nombre publicado en  la revista Ekaina, donde recogen un decálogo de principios que salvaguardar en torno a las personas mayores. 
 
Demasiadas patas para una mesa que nunca va a estar equilibrada mientras cada una de ellas siga siendo desigual. Hablamos de conciliar. Pero ¿dónde está la armonía perfecta entre ser responsables como profesionales, como padres, como ciudadanos? Mientras no se pueda estar en dos sitios a la vez, la única posibilidad de conciliar trabajo y familia está en los tiempos. Y respetarlos o no implica un enorme pacto que depende solo de la concienciación social, política y empresarial. No sé si estamos preparados para ello mientras no sepamos ver el bien común y a la persona por encima de los intereses particulares. Mientras los políticos sigan instrumentalizando las medidas sociales, y tiren de maquillaje en lugar de empeñarse en cambiar las cosas. O mientras el equilibrio entre las mujeres que deciden seguir trabajando fuera y las que interrumpen su carrera para ser madres siga sosteniendo en pie una sociedad en la que unos tienen sus derechos más salvaguardados que otros. Si algún día alguien resuelve esta paradoja quizá la natalidad interrumpa su caída libre, las madres y los padres corran solo para hacer ejercicio o seamos personas más felices y realizadas. Tenemos un gran don, la cuestión es si seremos capaces de compartirlo.

jueves, 18 de febrero de 2016

La pirámide demográfica y la conciliación

Sobre conciliación he oído y leído ya una buena cantidad de cosas. Desde el eminente experto que dice que para el impulso demográfico la conciliación no sirve de nada y lo que hay que hacer es repoblar con inmigrantes... ¿dónde quedan los derechos de las madres españolas?, se podría preguntar una. Hasta el político al que se le llena la boca pidiendo que las guarderías alarguen su horario hasta el infinito. Puede que algún día se enteren de que muchos padres no quieren basar su crianza en tener al niño 12 horas en un centro infantil, aunque para mí, como para mucha gente, este sector es un servicio necesario.

Ahora que se ha publicado la pirámide poblacional de Galicia todos hemos alucinado. Seguro que muchos recordáis como yo la clase de sociales de EGB, donde veíais aquellos gráficos en forma de triángulo. Pues bueno, eran tiempos de muchos nacimientos y también muchos fallecimientos. Hoy el panorama ha cambiado, y los expertos se llevan las manos a la cabeza porque no nacen niños, la esperanza de vida se ha alargado considerablemente y aquella enorme generación que nació en la postguerra española ahora es abuela o abuelo. Ya no hablamos de pirámide sino de lo que va camino de convertirse en un rombo.

En La Voz de Galicia de hoy recoge una tribuna de opinión del catedrático de sociología Antonio Izquierdo Escribano, en el que se analizan las causas de este cambio en la estructura poblacional gallega. Aunque sin citar la palabra conciliación, este experto habla del "desajuste entre el deseo de ser madre y las condiciones reales para serlo". Claro, todos sabemos que no es fácil hacer compatible una carrera profesional con la crianza y educación de un niño. Aborda el tema del segundo hijo, cuestión que pocas veces se toca, por cierto. "La fecundidad también se reduce porque quienes quieren tener más de un hijo no encuentran apoyo público para su buena cría". Aquí aludimos directamente al tema de las ayudas, sean fiscales, en infraestructuras o del tipo que sean, teniendo en cuenta cómo son los salarios, y especialmente los de las mujeres, en nuestro país.

El artículo sigue llegando a los remedios clave para esta sangría poblacional. "El remedio reside en apoyar a la mayoría de las mujeres", dice este sociólogo. Lo cierto es que muchas veces las ayudas públicas son solo para las rentas tan sumamente bajas que dejan fuera a un grueso número de padres y madres que tienen un nivel adquisitivo bastante bajo. Pero la mayor verdad llega en la mitad del artículo al expresar que las madres queremos compatibilizar trabajo y familia, y para ello hay que asegurar que a la maternidad "no le siga un despido laboral". Una triste realidad esta, que con la crisis se ha acentuado y que las autoridades que tanto lloran por nuestra demografía siguen sin inspeccionar ni sancionar en muchas ocasiones.

Algunas empresas -en Galicia los ejemplos aún son bastante tímidos- han ido haciéndose sensibles a la conciliación como un derecho para sus trabajadores y conscientes también de la dimensión social de estos programas. Pero queda mucho camino por andar, empezando porque nos escuchen a las mujeres y dejen de interpretar nuestra realidad por nosotras.


miércoles, 25 de noviembre de 2015

La conciliación entra en campaña electoral

Cada vez que se aproximan elecciones hay cuestiones como la conciliación que se muestran sumamente golosas para las estrategias políticas. Debe ser que los gurús del marketing político entienden lo sobrecargados y cansados que estamos los ciudadanos de muchos temas. Y si bien la economía o el empleo no se pueden mejorar a golpe de varita mágica sí hay medidas, normalmente carentes luego de regulación posterior, que suman votos prometiendo confort al ciudadano.

Algo similar pasó con la Ley de Dependencia, cuando el ministro Caldera anunció esta innovadora pero importante medida, que fue aprobada en 2006. Muchos dependientes y sus cuidadores vieron el cielo abierto, y no era para menos, pero la crisis llegó, los cambios en el gobierno y lo cierto es que el ritmo de aplicación de la Ley fue sumamente lento y aún hoy está pendiente de aplicación en diversos ámbitos. Esto también quiere decir que las ideas hay que llevarlas adelante y muchas veces los vaivenes y cambios políticos o económicos lo impiden.

Pues bien, con la conciliación pasa más o menos lo mismo. Cheques bebé, desgravaciones, ampliación de permisos y un sinfín de promesas que no llegan a concretarse después o son eliminados tras poco tiempo de recorrido. Como aquí vemos con buenos ojos cualquier iniciativa en favor de la conciliación, por electoralista que sea hemos preparado nuestra propia enumeración.

PP de Galicia
14 de octubre: Núñez Feijoo anuncia en el Parlamento Gallego un cheque de 100 euros por niño nacido en Galicia a partir de enero de 2016. La ayuda irá en función de la renta familiar y aún no se ha definido ni su duración ni dónde estará el baremo. El presidente de la Xunta de Galicia también anunció la ampliación del cheque guardería y de un cheque cuidador para el entorno rural.

PSOE
27 de octubre: Pedro Sánchez anunció un amplio paquete de medidas en su propuesta de reforma constitucional entre las que se cita la mejora de reivindicaciones sociales como los desahucios, la protección de la familia o la conciliación.
24 de noviembre: el PSOE propone un bonus de dos años de cotización por cada hijo nuevo. Y las empresas que tengan el sello de horario racional y promuevan la conciliación tendrán preferencia en las licitaciones públicas.  Buscan, dicen, "un gran cambio de actitud" a nivel empresarial y social.

Podemos
3 de noviembre: Pablo Iglesias anuncia que su formación incluye en el programa electoral diversas medidas en torno a la dependencia y la igualdad entre las que se recoge una propuesta relativa a los permisos de paternidad. Se trata de una reivindicación de la Plataforma PPIINA que lleva tiempo movilizándose en las redes sociales y que apuesta por la igualación de los permisos de paternidad y maternidad para evitar la discriminación laboral de las mujeres. El partido de Iglesias apuesta por igualarlos de forma progresiva en un plazo que va de aquí a los próximos seis años.

Ciudadanos
4 de noviembre: el equipo económico de este partido de reciente creación anuncia su intención de equiparar el permiso de paternidad al de maternidad. En la actualidad, los varones solo cuentan con 13 días de asuntos propios y tres de permiso por nacimiento, mientras que las mujeres disponen de 16 semanas que pueden ceder al padre a partir de la sexta semana. La idea es corregir las diferencias existentes entre mujeres y hombres en la franja de edad propicia para la maternidad y evitar la discriminación laboral femenina en esta etapa.

Izquierda Unida
4 de noviembre: esta formación se centra en el empleo y además de recuperar la indemnización por despido de 45 días por año trabajado se fija la meta de hacer equiparable y obligatorio el permiso tras tener un hijo para hombres y mujeres.

¿Conoces alguna medida por la conciliación a nivel estatal o regional que pueda interesarnos?. Compártela en comentarios y la incluiremos gustosamente.